miércoles, noviembre 11, 2009

ROMA III: LA RESACA

- Dispondremos de un orden absoluto, nada se hará dos veces, ni catorce veces, todo lo harán según lo establecido, todo tiene un orden – dijo Medrerium, alumno de Roncerrus, y por ende mayor en jerarquía que todos nosotros – Vayan y superen todas las pruebas, esta escrito en su destino que ustedes serán romanos. – agregó con suma alegría.

Nos dirigimos hacia la prueba que separaría a los próximos romanos de los que incapaces de obtener la ciudadanía; el grupo estaba conformado por un octano de postulantes; llevábamos el brío en nuestros ojos y el honor en el corazón, nos sentíamos preparados para afrontar este ultimo paso, excepto uno de nosotros: el cancerbero de presa Albarracín; el no era de lo mas altos, ni de los mas atléticos, pero si de los de mayor corazón por Roma; el cancerbero era un ser difuso y robusto; su cuerpo estaba previsto de carnes en exceso, pero su energía era incomparable al momento de enfrentar las practicas de las falanges. El cancerbero se ufanaba de resolución al hacer las cosas.

- Una intervención hoy yo fallare- dijo el can de presa pronosticadoramente.

Los demás los miramos ilusos, queriendo no entender pero reconociendo sus palabras completamente.

- Hoy le haremos frente a la disposición de los dioses, el Olimpo estará orgulloso de ustedes, expectaré desde lejos y los veré triunfar, mi fútil coraje será desquebrajado con cada paso que yo de hacia la única prueba que vence mi cordura. – agrego Albarracín con desdeña y nostalgia contenida.

El aire rompía en los desfiladeros que rodeaban el campo de pruebas, lagrimas de ninfas golpeaban en nuestros rostros; los dioses observaban todo desde el resguardo del Olimpo, los romanos nos veían desde lo alto de las escalinatas junto a las inmensas columnas que sostenían el techo de mármol, que suponía ser una suerte de resguardo contra el caprichoso clima que en esa parte de Roma suscitaba.

- No fallaras sino quieres fallar…no desistas antes de caer…no te venzas por tu pensamiento…se digno de los dioses y de Roma, se digno de nosotros y haznos sentirnos dignos de ti…yo creo en ti- murmuro una voz de entre las filas de postulantes a la ciudadanía romana.

- Te reconozco compañera, la quietud de este lugar hace más sabias tus palabras, pero la verdad no tiene esquinas, así como Roma no tiene enemigo comparable, hoy se cumplirá lo que los dioses ya sabían, hoy sufriré la derrota mientras ustedes gozaran de la alegría. – agrego firmemente Albarracín.

Esa tarde lo profetizado se hizo realidad, los dioses le dieron la razón al cancerbero, y mientras los demás postulantes veíamos el triunfo con cada prueba superada, Albarracín, el postulante de robusto corazón, sufrió lo augurado; mientras los demás nos alegrábamos con el resultado de tanto esfuerzo contenido, el cancerbero sufrió la soledad de una retirada con pena y sin gloria.
Cuando todo hubo acabado Albarracín se alejo del grupo triunfador, el viento soplo en forma contraria en ese momento, levanto una nube de polvo y acompaño fúnebremente al cancerbero mientras este murmuraba:

- Regresare…regresare y venceré, los dioses, Roma y los héroes de viejas glorias pasadas son mis testigos…regresare y triunfare, desde ya espero con ansias ese día- balbuceo en un sollozo plagado de ira y desazón.
Los demás habíamos logrado por lo que tanto habíamos luchado y sacrificado, pero no sabíamos aún, lo que el camino hacia la ciudadanía nos deparaba.

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