sábado, septiembre 05, 2009

ROMA II : LA ULTIMA PRUEBA

El salón romano tiene un alto techo con paredes largas que lo sostienen, el marco de la puerta podía haber acogido a cinco de los mejores romanos; decían que antes los dioses y colosos visitaban Roma por eso el tamaño gigantesco de las instalaciones; en el suelo del gran salón figuraban las penurias del tiempo y las huellas de cataclismos sísmicos, en las paredes se habían distribuido oleos de los héroes de glorias pasadas; en la parte central e izquierda, mirando desde la puerta, figuraban todos los que en algún tiempo fueron reyes romanos, vivos y muertos, estaban ahí como estampas abstraídas del tiempo, en la parte derecha sin embargo estaban los que habían caído en combate, no eran numerosos pero si dolorosos, sus rostros incólumes reflejaban el pesar romano, parecían que siempre vigilaban, parecía que todo lo sabían, parecía que todo lo oían, los postulantes procuraban no hablar muy fuerte cuando estaban de ese lado de la pared, les temían, les respetaban.

- Debemos demostrar compromiso y lealtad hacia Roma – dijo Roncerrus, el romano nacido en lejanas tierras.

Todos nosotros escuchábamos atentamente la arenga, estábamos sentados en el suelo del salón principal y los oleos de héroes pasados vigilaban nuestros movimientos.

- Ser romano es un modo de vida, ser romano se lleva en la sangre, es una vocación de servicio, es y debe ser SU vocación de servicio. – dijo Roncerrus - mañana es un día importante para nosotros y la de los grandes romanos que estarán presentes, tendrán la ultima prueba de postulación a la ciudadanía romana, mañana su temple será probado, por hoy tengan a bien descansar como es debido – agrego mirando fijamente a los héroes de viejas glorias pasadas.

Roncerrus salió del salón con pasos agigantados, sus pisadas rechinaban en todo el recinto, hacían eco en todos nosotros. Los postulantes a romanos estábamos sentados en el suelo todavía, pensábamos en el día de mañana y como debíamos prepararnos para que todo fuese como debía ser.

- Que Roma nos guarde y abrigue esta noche, es hora de descansar - dijo uno de nosotros.

En silencio todos hicimos caso. La noche en Roma antes de la consagración de algunos había llegado a su fin. Al día siguiente Roma despertó como si se tratase de un día cualquiera, los postulantes despertaron esperando con ansias la última prueba.